Y ahí estaban, varios profesores de Historia, Música, Inglés o Lengua y Literatura, (no todos, claro está) ateniendo en clase, forzados, con una máquina que les mantenía los párpados abiertos. Contemplaban el ultraburrimiento con sus propios ojos, incapaces de escapar de semejante tortura.
Les soltaron en una biblioteca cuando les creían rehabilitados, y se volvieron locos recitando repetidamente soporíferos fragmentos de algún libro de Antonio Muñoz Molina, Alfredo Bryce Echenique o algún otro autor subscrito al programa del Ministerio de Cultura de Lecturas Obligatorias para alumnos de instituto.
Al público le parece una soberana mierda pero están demasiado cansados para seguir protestando y se van a ver el Real Madrid - Cacereño a un bar.
domingo, 1 de noviembre de 2009
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