sábado, 16 de enero de 2010

La Vie Quotidienne

Yann Tiersen

Era la segunda vez que la Filmoteca me fallaba, y encima en el Grand Finale de la Nouvelle Vague. Tanto mirar el móvil para ver cuando quedaba...

Me incorporé, y contemplé toda la sala. Entre ancianos y parejitas, no quedaban restos comestibles. El tiempo y el amor habían acabado con todo en aquella sala. La única mierda bohemia descompuesta que siempre se sentaba en las primeras filas porque de verdad quería ver la película (Como en The Dreamers) era yo. Cuando las películas son buenas no me importa la masacre social que vivo cuando vuelve la luz, aunque siempre quede la espinita que poder comentar las películas; pero cuando son malas, ves el consuelo y tu estás a hostias con el desconsuelo. El cabrón da donde más duele. Será que he llevado pantalones demasiado apretados para estar sentado.

Me iba a ir cuando puse la viste en una de ellas, en una de mis queridas gafapasta, (que en realidad es cualquier gafapasta que esconda cultura tras sus gafas y sus pastas).

¿¡Cómo se atrevía!? Estaba justo detrás de mi y obviamente iba acompañada. ¡Qué insolencia! ¡Qué desprecio! ¡Qué indignación! No se contentan con ser más esquivas que el Bosón de Higgs, ¡que además se te ponen enfrente de las narices cuando no puedes estirar el brazo! Quiero saltar y morder...

No, no voy a preguntarte qué te pareció la película. Con ambos brazos sobre el respaldo de mi asiento, fuerza, tiro, y lo sacaré volando de la sala, destrozando el techo como un buen efecto especial manda. Es una pequeña dosis de ira. Pequeñita, te digo ¿Quieres más? Mira mis ojos. ¡Y los miras! No recuerdo cómo solía sonrojarme. Te leo. ¿Qué solo ves pena? ¡Pues coño, acojónate igual! Ahora giro mi cuello hacia el techo y lanzo un gruñido de cavernícola. Huye, huye que te como. Que te quiero preguntar. Que te quiero saludar. Que te quiero conocer.

No se me da bien ignorar la realidad. Soy yo el que huye. Salgo del cine, bajo las cuatro plantas, y recapacito: si tus gafas ¡eran blancas! ¿No? No recuerdo. ¿Pero por qué siento este dolor que me asegura que eran preciosas también?

1 comentario:

Nova Persei dijo...

Casi me gusta más este que el otro de los colorines y los números cambiantes, aunque solo sea por Pocoyó. (No es sólo por Pocoyó)